La romanización implicó unos cambios morfológicos allá donde se implantaba, y sin duda uno de esos cambios fue la extensión y proliferación de una red de carreteras eficaz, con características similares en todo el territorio del Imperio Romano.
Los romanos aplicaron en nuestro territorio, la Comunidad Valenciana, sus principios y sus técnicas viarias, dejándonos en herencia un auténtico monumento de ingeniera de la comunicación. Desde la publicación en 1622 de la obra de Nicolas Bergier[1], Histoire des grandes chemins de l’Empire Romain, un verdadero tratado respecto a lo que se conocía en el siglo XVII sobre la red de calzadas del Imperio Romano, el interés por su estudio ha ido creciendo. En la actualidad la investigación de las vías romanas se acomete de forma multidisciplinar, contando con diferentes campos científicos que ayudan a su estudio y análisis, como el estudio de las fuentes literarias y epigráficas, la cartografía histórica, la fotointerpretación, la arquitectura, etc.
La trama de caminos está relacionada con el desarrollo del urbanismo y de las ciudades, es por ello que se construyen con el fin de mejorar las comunicaciones, el comercio y el desplazamiento. Su desarrollo no fue demasiado importante en el mundo griego, ya que los griegos estaban más orientados en moverse por el mar, con un comercio y unas comunicaciones comúnmente marítimas. Sin embargo, durante la civilización etrusca ya se realizaron más trabajos en este sentido. Se conservan caminos e incluso carros como el de Monteleone[2], además conocemos trazas de caminos conservadas, sobre todo, en las necrópolis etruscas como en la de Caeres[3] (Cerveteri).
Será con la llegada de la cultura romana cuando se extienda, completamente, el sistema de comunicación terrestre, ya que los romanos fueron los primeros que se plantearon, desde sus inicios, la construcción sistemática de vías de comunicación que conectaran con su capital, Roma. Sus calzadas alcanzarán los 140.000 kilómetros, mucho más que una enorme obra de ingeniería humana o un bien histórico-cultural, la Vía Augusta, en este caso que nos ocupa, constituye un legado imprescindible para entender la historia de Europa.
CURSUS PUBLICUS O VEHICULATIO
Las vías de comunicación eran, y lo son en la actualidad, fundamentales para asegurar la rapidez y la seguridad del transporte de tropas, comerciantes, funcionarios, mensajes y gente de todo tipo. Una de las cosas que debemos tener en cuenta cuando hablamos de vías romanas es que se trata de un sistema de transporte público, un instrumento del imperio romano implantado formalmente por Augusto en las carreteras más importantes, y que se utilizaba para el transporte de mensajes y de personas que viajaban a cuenta de la administración del estado. A esto se le denomina cursus publicus.
Ya en época del emperador Julio César[4] se empezó a implantar un sistema viario, e incluso podríamos remontarnos a época republicana plena para hablar de un incipiente sistema de comunicación romano, pero es con Augusto[5], cuando se organiza una auténtica red.
La finalidad principal de este sistema de transporte era garantizar un sistema de información rápido y eficaz para que en Roma se supiera, lo antes posible, todo lo que pasaba en las provincias. Teniendo en cuenta la magnitud a la que llego el Imperio Romano este factor era fundamental para poder controlar los enclaves lejanos a la capital.
Para este fin se disponían infraestructuras en los caminos para mejorar el viaje de estos mensajeros. Una de la infraestructura más importante son las estaciones de posta, las cuales podían ser de dos tipos: mansiones o mutationes. Las primeras ofrecían alojamiento para el descanso por la noche (hospitia) y la manutención de los funcionarios de la administración, además de contar con almacenes y corrales para los caballos (stabula); mientras que las segundas eran estaciones de posta para cambiar de caballo y proseguir la marcha. Más tarde, a finales del siglo IV, en el Código de Teodosio[6] vemos como utilizan diferentes términos: mansiones, mutationes y stationes. Por lo que vemos que existía otro tipo de infraestructura, estas dedicadas a la vigilancia.
Idealización de una Mutatio
Dentro de esta red de transporte público sabemos que existían dos tipos: el cursus celer, un transporte veloz dedicado exclusivamente al transporte de información y de viajeros, de cierta importancia; y el cursus tardus que sería utilizado para transportar mercancías y que tendría una celeridad más moderada. Todo ello gestionado por el estado, quien designaba incluso el tipo de caballo (equus cursualis o equus clabularius) que se debía utilizar para cada tipo de servicio.
Las estaciones de posta del cursus publicus estaban dispuestas también de forma estudiada y organizada, con una distancia regular entre ellas según su función. La distancia era de aproximadamente de una jornada de camino si era entre mansiones (30-36 km), y más corta si era entre mutationes (12-14 km). Los romanos, que pensaban en todo, también tuvieron en cuenta las características del terreno, si la distancia era plana estaban algo más lejos de aquellas que tenían un camino dificultoso por la orografía.
Para que todo esto funcionara con normalidad en cada servicio de posta había un praefectus vehiculorum, que vigilaba, además de a las personas, las condiciones de la vía y demás infraestructuras como los puentes y los propios edificios de postas. Según Procopio de Cesarea[7] los stabula debían tener 40 caballos. El transporte del correo, en un principio lo llevaban a cabo soldados del imperio, pero más adelante hicieron servir para ello esclavos y libertos, que viajaban a caballo con los mensajes cerrados en una bolsa de cuero llamada averta.
En la Vía Augusta la red básica de estaciones se organizó entre el año 8 y 2 a.C., y esta perduró durante siglos. Muchas de estas estaciones de posta estaban situadas en núcleos urbanos, ya que la vía atraviesa la comunidad valenciana por las zonas más urbanizadas, por lo que las ciudades más importantes como Saguntum, Valentia, Saetabis y Ilici estaban incluidas en su trazado.
Los viajes por tierra podían hacerse a pie, a caballo o con carro. Los animales utilizados para esto eran el caballo, el asno y la mula. Los vehículos de viaje pueden distinguirse entre los de dos ruedas y los de cuatro ruedas, teniendo ambos varios tipos según las necesidades:
Carros de dos ruedas: el essedum[8], el cisium[9], el covinus[10], el birotus[11], el carpentum[12], la benna[13] y el monachus destinado sobre todo para mujeres.
Relieve representando un cisium o carro ligero
Carros de cuatro ruedas: la carruca[14], la carruca dormitoria[15], mulionis carrucarii[16], la rheda[17], la arcera[18], el plaustrum[19], el sarracum[20], el carrus[21]para el transporte militar.
Para el cursus publicus se utilizaban casi todos los vehículos de transporte que hemos visto: rheda, carpentum, carruca, carrus y birotus. Para el transporte de mercancías pesadas se utilizaba el clabularius y el angarius.
ASPECTOS TÉCNICOS Y CONSTRUCTIVOS
Existían diferentes categorías de vías, según Sículo Flacco[22], agrimensor del siglo I d.C. existían vías que se diferenciaban por su jerarquía. Había, por tanto:
- viae publicae, construidas en suelo público a costa del aerarium del estado y que llevaban el nombre del constructor (Via Appia, Via Domitia, Via Augusta).
- viae militares, construidas en épocas determinadas de guerra a cargo del tesoro militar.
- viae vicinales, que salían de las vías principales y atravesaban las zonas rurales y que estaban bajo el mantenimiento de los magistrados locales quattuorviri viarum curandarum. Estos exigían a los propietarios las contribuciones necesarias para su mantenimiento.
- iter privatum, que atravesaban los terrenos particulares de propiedad privada, a los que solo accedían los propietarios.
La construcción de estas vías estaba a cargo de un architectus, que tenía a su cargo un agrimensor[23] y un librator[24] que utilizaban instrumentos visuales como la groma[25] y la dioptra[26] para alinear el trazado de los largos tramos rectilíneos que conformarían la vía. Los arquitectos construían según las características del suelo. Se operaba secundum naturam soli y no secundum caelum. En general, en los terrenos de tierra se seguía una metodología regular:
Se excavaban una fosa que se rellenaba con capas de tierra para conformar un agger. Las capas de esta fosa eran de distinta naturaleza:
- Statumen. La primera capa era de piedras más grandes.
- Rudus. La segunda era de piedras medianas.
- Nucleus. La tercera capa, que podría ser la última, era de tierra o grava.
- Summum dorsum o crusta. En ocasiones, si la vía iba enlosada, se añadía esta última capa de losas.
Lo frecuente es que estos caminos tuvieran una anchura de entre 2.45 y 7.50 metros. Las más frecuentes que se han encontrado tienen una anchura de 5 ó 6 metros.
Relacionado con las estructuras viarias encontramos los puentes, de piedra o de madera, que permitían cruzar cauces fluviales o barrancos, y que sustituyeron a los tradicionales vados o puentes rústicos. Es en época imperial cuando se construyen estos puentes con una técnica más sofisticada y resistente gracias a la utilización de los arcos. Los puentes constan de uno o varios arcos de luz, en función de la anchura del cauce, y sobre ellos se construye la calzada del camino. Su anchura solía ser de un mínimo de 3 metros para que los carros pudieran pasar por ellos.
Los ríos que transcurren por la Comunidad Valenciana por lo general son cortos, de gran pendiente, caudal reducido y régimen muy irregular, y esto ha permitido que fueran vadeados por su cauce seco. Aún así los romanos construyeron puentes en las principales arterias de comunicación de la C. Valenciana para facilitar, en especial, el tráfico rodado.
Uno de los problemas técnicos más importante a la hora de construir la calzada por un río es cimentar bajo el agua, pero los romanos tenían dos formas de solucionar este problema:
- Cimentación en seco: utilizaban rocas existentes que afloraban en periodo de estiaje, aprovechándolas para construir el pilar sobre ellas.
- Cimentación en el agua: Vitrubio[27] estableció que, si no existían estas rocas salientes, se debía construir un encofrado de madera con mortero de Puzolana (cemento fabricado con ceniza del Vesubio mezclada con agua y arena, que se endurecía en el agua). Si no se disponía de mortero de Puzolana se debía construir un doble encofrado rellenado de arcilla, para fueran impermeables. Se creaba así un compartimento estanco. Para extraer el agua de estos encofrados se usaba el Tornillo de Arquímedes[28], y una vez realizado esto ya podían verter el cemento y construir los pilares.
LA VÍA AUGUSTA EN LAS FUENTES CLÁSICAS
Las fuentes clásicas son un instrumento imprescindible para el estudio de la antigüedad, y para el caso que nos ocupa es fundamental junto con la topografía, fotografía aérea y otros métodos auxiliares de las ciencias geográficas. Estas fuentes nos las proporcionan textos de los historiadores y geográficos antiguos, los Itinerarios, los mapas y testimonios de carácter epigráfico que nos encontramos sobre la propia calzada.
De estas fuentes que hemos mencionado, las que tratan sobre la Vía Augusta en la C. Valencia son las siguientes:
Itinerarios: Itinerario de Antonino, Anónimo de Rávena, Guidonis Geographica.
Mapas: Tabula Peutingeriana.
Fuentes Epigráficas: Vasos de Vicarello, Tégula de Valencia, Miliarios.
Fuentes literarias: Polibio, Estrabón, Mela, Plinio, Ptolomeo.
Los Itinerarios romanos son la documentación escrita que hacían servir los romanos en referencia a las vías de comunicación, y se distinguen entre itineraria adnotata e itineraria picta. Dentro de los itineraria adnotata uno de los más fundamentales es el Itinerario de Antonino[29], que es un documento en el que constan las principales vías del Imperio Romano, a modo de hojas de ruta para viajes de administradores, funcionarios y emperadores. Son unos 20 manuscritos de datación variada, desde el siglo II hasta el IV, que recoge numerosos nombres de postas, así como las distancias entre ellas.
Para la C. Valenciana la relación sería la siguiente:
Dertosa -XXVII- Intibili– XXIIII– Ildum– XXIIII –Sebelaci – XXII – Saguntum – XVI – Valentia – XX – Sucronem – XXXII – Ad statuas – VIIII – Ad Turres – XXIIII – Adello – XXIIII – Aspis – XXIIII – Ilici – XXVII – Thiar, etc. [Wesseling, 1735:399-401].
Dentro de los itineraria adnotata encontramos también El Anónimo de Ravena[30], que es una recopilación de rutas romanas, pero en este caso realizado en época medieval, más en concreto en el siglo VII. En su IV y V libros contiene los datos referentes al territorio de Hispania.
Imagen de la descripción del Anónimo de Rávena
Del mismo modo, tenemos la Guidonis Geographica[31]. Este itinerario es una compilación medieval en 6 volúmenes de Guido de Pisa, que deja clara constancia de la existencia de un ramal litoral de la Vía Augusta.
En cuanto a los itineraria picta, que podríamos determinar cómo mapas, tenemos la Tabula Peutingeriana que se trata de un grabado en plomo del Imperio Romano, en el que aparecen las principales ciudades, vías de comunicación y estaciones de posta. La parte occidental no se ha conservado, y hay que destacar que se trata del mapa de carreteras más antiguo que se conserva.
Tabula Peutingeriana
Por otro lado, también conservamos las fuentes epigráficas, en las que destacan los Vasos de Vicarello[32], que fueron hallados próximos a Roma en 1852 y que nos muestran las 106 mansiones del trazado de la Vía Augusta desde Cádiz hasta Roma, con sus respectivas distancias entre ellas. Se trata de 3 vasos de características similares y un cuarto de tamaño más pequeño y de estructura más ruda, que contienen escritos, en cuatro columnas separadas por pilastra jónicas, el trazado de varias vías romanas.
Dentro de los textos epigráficos destacamos la Tegula de Valencia[33], que se trata de una de las fuentes que, por desgracia, ha desaparecido. Se trataba de una inscripción hallada en Valencia en 1727 de la que se desconoce su soporte material, aunque se presupone que sería de piedra, y que contenía una relación de postas de la Vía Augusta. Por último, en este apartado encontramos los Miliarios, que son documentos arqueológicos propiamente dichos, que marcan el trazado de las calzadas romanas ya que se situaban para indicar las distancias y los cruces de caminos. Se trata de columnas cilíndricas u ovales de piedra, que se colocaban en el borde de la calzada para señalar las distancias cada mil pasos, y de ahí deriva su nombre. Una milla romana equivale a una distancia de 1.480 metros aproximadamente.
La Vía Augusta tuvo, sin duda, miliarios a su paso por la C. Valencia. Se conocen un mínimo de veinte miliarios con una distribución geográfica muy desigual, ya que, para las calzadas de algunas zonas, no existe un número suficiente de miliarios que nos ayude a ver la orientación y el trazado del recorrido que tendría. Además, la mayoría de los que se han encontrado no han sido hallados in situ, lo que dificulta deducir el trazado exacto de la vía.
En cuanto a las fuentes literarias, encontramos numerosas referencias para el estudio de la Vía Augusta en las obras de diferentes historiadores y geográficos. Contamos con Polibio[34] que nos describe en un pasaje de su obra [Pol. III, 39] el camino que iba desde los Pirineos hasta las columnas de Hércules, y que muestra que la vía romana que se señala en el Itinerario de Antonino ya estaba construida, y señalada con sus correspondientes miliarios, hacia el 150 a.C.
Estrabón[35] en el tercer libro de su Geographica, dedicada a Iberia, también nos describe el trayecto de la Vía Augusta [Str. III, 4, 9]. Otro autor que también describe y menciona algunos oppidum existentes entre Tarraco y Cartago es Pomponio Mela[36] [Mela, II, 90 ss.]. Plinio[37] menciona algunas distancias entre ciudades, basándose en los Vasos de Vicarello [Plin., Nat. III], y, por último, Ptolomeo[38] menciona ciudades que sitúa, esta vez, en grados de meridiano y paralelo.
Todos estos datos han sido analizados y estudiados a lo largo de la historia para conocer cual sería el trazado real de la Vía Augusta a su paso por la C. Valenciana, aunque debemos tener en cuenta que las fuentes literarias a veces son contradictorias. Los datos extraídos de las excavaciones arqueológicas son, sin duda, una fuente mucho más fiable a la hora de marcar el paso de una calzada o la situación de una posta.
VÍA AUGUSTA Y CALZADAS VALENCIANAS
Los romanos se preocuparon mucho por las comunicaciones terrestres en la Península Ibérica, en un primer momento, por sus implicaciones militares, pero pronto se convirtieron en verdaderas arterias de comunicación y de comercio. La más antigua e importante fue la vieja ruta que iba de las Galias a Carthago nova y se prolongaba hacia el interior hasta el valle del Guadalquivir. Era la renombrada vía Heraklea o Hercúlea del tiempo de las colonizaciones, que con el primer emperador cambó el nombre por el de Vía Augusta.
Los romanos ampliaron la red de comunicación terrestre peninsular creando nuevas arterias, y después de siglos de actuación la red hispánica viaria, según el Itinerario de Antonino, tenía 34 caminos de los 374 de todo el Imperio, con un total de 6.395 millas que serían unos 10.300 kilómetros. Por lo que respecta a nuestro territorio, sabemos que en época ibérica el uso del carro esta bien documentado, por lo que durante los primeros siglos de ocupación romana no se debió ver ningún cambio a la hora de la comunicación terrestre entre localidades, salvo el eje que se crearía para comunicarse directamente con la ciudad de Roma.
La Vía Augusta aparece mencionada como hemos visto, con su trazado completo por tierras valencianas, en diferentes itinerarios, siendo las siguientes las vías que atravesaban la Comunidad:
- La Vía Augusta (de Dertosa a Sucro / de Sucro a Carthago Nova)
- La Vía litoral entre Sucro y Ilici
- Vías transversales (Conterbia – Intibili / Saguntum – Caesaragusta / Valentía – Segobriga)
La Vía Augusta es sin duda el gran eje de comunicación del territorio de la C. Valenciana en época romana por su papel económico, pero también social. Hay que destacar que la Vía marcaba el Kardo de muchas Centuriaciones de la zona, por tanto, no solo era un eje vertebrador del territorio, sino que a su alrededor concentraba la mayoría de la población y de la economía de la zona.
Su trazado se corresponde, aproximadamente, con un viejo camino de origen ibérico que los romanos, bajo Augusto, reconstruyeron y habilitaron con servicio de postas. Es la Vía más larga de toda la Península Ibérica, y reúne en su trazado el conjunto de miliarios más importante de Hispania, con unos 96 monumentos distribuidos por las provincias por las que pasa: 22 miliarios en Cataluña, 20 en la C. Valenciana y 54 entre Murcia y Andalucía. Muchos de ellos están dedicados al emperador Augusto. Posteriormente, y sobre todo a partir del siglo III, se encuentran miliarios dedicados a los emperadores posteriores que nos habla de las reparaciones y el mantenimiento de la vía.
El trazado de la Vía Augusta por tierras valencianas que mejor estudiado está es el de las comarcas septentrionales, ya que cuentan con más miliarios y se tiene más claro cual sería su recorrido. La escasez de miliarios en la parte meridional, y el hecho de que las carreteras actuales hayan aprovechado el trazado de la antigua Vía, dificulta en exceso proponer itinerarios concretos por donde cruzaría la Vía Augusta, así como realizar excavaciones y prospecciones para documentar el trazado.
Sabemos que la Vía Augusta atraviesa las provincias de Castellón y Valencia a lo largo de 280 kilómetros, desde el rio Cenia hasta la Font de la Figuera, prolongándose por Albacete. Para marcar las etapas de la Vía Augusta en la Comunidad Valenciana haremos uso del Plan Director de Recuperación de la Vía Augusta en la Comunitat Valenciana [Despiau: 2011, 16]:
Se ha identificado un ramal de 170 km en la provincia de Alicante, que descendiendo por el valle del río Vinalopó alcanza la ciudad de Karthagine Spartaria (Cartagena), pasando por Ad Elo (Elda), Aspis (Aspe) e Ilici (Elche). Este eje vertebrador se puede observar en el Anexo Documental del presente trabajo, con mapas actuales en los que se traza con color rojo la Hipótesis actual del trazado de la Vía Augusta, y que atraviesa de norte a sur a lo largo de 450 kilómetros, la Comunidad. Este trazado se completa con 180 kilómetros por la zona costera (trazado azul de los mapas del Anexo Documental) con la Vía Dianium.
Este recorrido alcanza 107 poblaciones, uniendo un total de 65 poblaciones: 47 en la Vía Augusta a su paso por Castellón, Valencia y Alicante, y 18 en la Vía Dianium a su paso por Valencia y Alicante. Esta vía litoral, del Sucro a Ilici está presente en el Anónimo de Ravena, donde se ve que hay un desdoblamiento de la vía a partir de Sucro, pero está claramente nombrada como Portum Sucrone, refiriéndose al puerto que estaría en la localidad de Cullera y que enlazaría con Dionio (Dénia) y Lucentes (Tossal de Manises), llegando hasta Ilici más al interior. Este camino litoral dejaba la Vía Augusta en Sucro, para dirigirse a la desembocadura del río Sucro (Júcar), Portum Sucrone.
La necesidad de comunicar la vía litoral con las tierras interiores hizo que los romanos crearan diferentes ramales transversales a la Vía Augusta. Estos caminos en ocasiones siguen cursos naturales, y seguramente al igual que la Vía Augusta tendrían un origen comercial ibérico. Los itinerarios antiguos dan noticia de solo uno de estos caminos o ramales; del resto no hay ninguna información epigráfica ni literaria.
La vía que se menciona en los itinerarios, en concreto en el Anónimo de Rávena, es la vía Contrebia – Intibili, que sería una conexión aragonesa con el litoral valenciano, con un trazado similar a la actual N-232, por Alcañiz y Morella hacia San Mateo, según las investigaciones. La vía enlazaría Conterbia (Botorrita), situada a unos 20 kilómetros al suroeste de Caesaraugusta, con la Vía Augusta a la altura de Intibili (Traigera).
Hay constancia de la existencia de una vía desde Saguntum hasta Caesaragusta, siguiendo el trazado de la N-234 por el camino viejo de Teruel, y que enlazaría directamente con la Vía Augusta en Saguntum. Y aunque parece lógica la conexión entre estas dos ciudades importantes romanas, no aparece ninguna mención a ella en los Itinerarios antiguos.
Otro camino de penetración hacia tierras castellanas es el de la vía Valentia – Segobriga, por el puerto de Buñol y la Plana de Utiel. La vía debió corresponder al trazado de la Vereda Real de Granados entre Madrid y Valencia, más conocida como “Vereda de las Cabrillas”.
Otros ramales serían los caminos de Saetabi a Alcoy y a Dionio, que serían viejas rutas ibéricas romanizadas, como constatan los yacimientos ibéricos existentes en el trazado de la vía, que dominarían el camino desde la altura
……
Junto con los caminos de mayor importancia de la Vía Augusta, hay otros caminos de carácter secundario que, por sus características, podrían ser también de época ibérica en sus inicios. Hay multitud de ellos, y es lógico, ya que vemos que tanto la civilización romana, como las anteriores, y sobre todo las posteriores, han utilizado las vías de comunicación como eje fundamental de su economía y de su cultura. En este trabajo he numerado, de forma superficial, los que sin duda fueron más importantes para el desarrollo de las poblaciones durante época romana, y que fueron desarrollándose hasta llegar a nuestros días casi con el mismo trazado.
Deberíamos plantearnos cual fue el impacto real de la llegada de Roma en la articulación viaria de nuestro territorio, debido a que como hemos visto a lo largo del trabajo, muchos de los caminos o ramales que se utilizan, tienen constancia de haber sido utilizado anteriormente por Iberos. Sin duda la carretera moderna obstaculiza la investigación ya que muchos trazados, por su viabilidad, se han heredado hasta nuestros días.
Sin duda la identificación del trazado en la C. Valenciana ha dejado patente las transformaciones que han sufrido las vías de comunicación, sobre todo con la llegada de los nuevos medios de transporte. Esto, en muchos casos, ha significado la destrucción o el enterramiento de algunos tramos de la antigua Vía Augusta y/o de sus ramales. De hecho, en algunos tramos de la actual N-340 se utilizó la calzada romana hasta principios del siglo XX.
En la ciudad de Valencia, la Vía Augusta está documentada en dos lugares muy céntricos de la ciudad: en el museo de la Almoina y en el Palacio de los Borja (Cortes Valencianas). En la Almoina vemos unas decenas de metros de pavimento de la vía, algo que debemos conservar, ya que nos marca el camino del pasado, por el que tantos y tantos han viajado, y por el que ahora debemos viajar nosotros.
Inma Velarde López
BIBLIOGRAFÍA
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DESPIAU, J. M., et ali. (2011): Plan director de recuperación de la Vía Augusta en la Comunitat Valenciana. Generalitat Valenciana. Valencia.
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LEDO CABALLERO, A.C. (2005): La calzada Arse/Saguntum – Celtiberia: estudio histórico-arqueológico, València. RACV serie arqueológica 21.
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ROLDÁN HERVÁS, J.M. (1975): Itineraria Hispania. Fuentes antiguas para el estudio de las vías romanas en la Península Ibérica, Madrid.
NOTAS AL PIE
[1] Nicolas Bergier (1567 – 1623) arqueólogo, historiador, abogado, procurador episcopal y hombre de letras francés que dedicó buena parte de su vida al estudio de la Roma antigua.
[2] Carro etrusco de Monteleone. Es un carro de guerra de madera de nogal decorado con relieves de bronce. Fue hallado en la zona central de los Apeninos en Italia, y se ha fechado en torno a 560 – 550 a.C. Se expone en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
[3] Caere fue una antigua ciudad de Etruria, a poca distancia de la costa del mar Tirreno. Hoy es la ciudad de Cerveteri.
[4] Cayo Julio César (100 a.C. – 44 a.C.) líder militar y político romano de la era tardo-republicana.
[5] Cayo Octavio Turino (63 a.C. – 14 d.C.) primer emperador romano.
[6] Codex Theodosianus. Compilación de las leyes vigentes en el Derecho Romano durante el Bajo Imperio. Su redacción fue iniciada en 429 por orden de Teodosio II.
[7] Procopio de Cesarea (c. 500 – c. 560) destacado historiador bizantino del siglo VI d.C., cuyas obras constituyen la principal fuente escrita de información sobre el reinado de Justiniano.
[8] Essedum: carro grande y robusto, decorado y tirado por dos caballos o dos mulas. Utilizado por los pueblos celtas como carro de guerra, fue adoptado por los romanos para los viajes rápidos.
[9] Cisium: carro de viaje ligero, tirado por uno o dos caballos.
[10] Covinus: parecido al Cisium pero tirado por pequeñas mulas.
[11] Birotus: pequeño y tirado por tres mulas o caballos, fue uno de los vehículos más usados en el cursus publicus para transportar a dos o tres personas con poco equipaje.
[12] Carpentum: carro de origen etrusco, cerrado por una cubierta en forma de arco, ricamente adornado y tirado por dos mulas. Lo utilizaban los dignatarios de la corte imperial y otros altos cargos de la administración.
[13] Benna: de origen gálico, más pesado. Destinado al transporte de pequeñas comitivas y familias enteras.
[14] Carruca: carro grande de origen gálico, robusto y apto para viajes largos, tirado por dos caballos.
[15] Carruca dormitoria: carro cerrado con cubierta y ventanas, apta para dormir durante el viaje.
[16] Mulionis carrucarii: carro alto y decorado con relieves de metales preciosos y un trono en el centro, era utilizada por los funcionarios públicos tirado por cuatro mulas.
[17] Rheda: de origen gálico y adoptada ya en época republicana, fue el vehículo más usado para el cursus celer y para los viajes colectivos.
[18] Arcera: tenía forma de arca e iba cubierta. Se utilizaba sobre todo para transportar a ancianos y enfermos.
[19] Plaustrum: carro de uso agrícola. Utilizado por casi todas las culturas desde la prehistoria, con dos ruedas macizas y tirado por dos toros.
[20] Sarracum: variante del plaustrum con ruedas más bajas y macizas para el transporte de materiales más pesados.
[21] Carrus: vehiculo pesado de cuatro ruedas radiadas destinado para el transporte militar, tirado por mulas
[22] Sículo Flacco (c. siglo I d.C.) fue un escritor romano y agrimensor que escribió un tratado De condicionibus agrorum.
[23] Agrimensor: Rama de la topografía destinada a la delimitación de superficies.
[24] Librator: Topógrafo.
[25] Groma: aparato de nivelación.
[26] Dioptra: instrumento astronómico y topográfico clásico, que data del siglo III a.C.
[27] Marco Vitruvio Polión (80-70 a.C. – 15 a.C.) arquitecto, escritor, ingeniero y tratadista romano.
[28] Tornillo de Arquímedes: máquina gravimétrica helicoidal utilizada para la elevación de agua u otros. Fue inventado en el siglo III a.C. por Arquímedes, de que recibe su nombre, aunque existe la hipótesis de que ya era utilizado en el Antiguo Egipto.
[29] Documento romano del siglo III en el que aparecen recopiladas rutas del imperio romano, solo se conserva la copia procedente de la época de Diocleciano (siglo IV).
[30] Conocido también como Ravennate y cuyo nombre específico es Ravennatis Anonymi Cosmographis, es una compilación de itinerarios romanos escrita por un cosmógrafo cristiano, aproximadamente en el año 670.
[31]Obra del compilador medieval Guido de Pisa en 1119. Contiene menos datos que el Anónimo de Ravena sobre la Península Ibérica, pero su importancia recae en la descripción de la Vía Augusta y en sus orientaciones sobre el problema que crea la existencia de varias rutas en un mismo recorrido.
[32] Cuatro vasos de plata descubiertos en las termas de Vicarello, junto al lago de Bracciano, con forma de miliario. También llamado Vasos Apollinares.
[33] Itinerario epigráfico localizado en Valencia en 1727, donde antiguamente se encontraba la puerta de acceso al barrio de La Xerea, y destruido al poco tiempo de su hallazgo. Agustín de Sales, cronista de Valencia, es quien nos facilita las primeras noticias de la tegula y una copa de las inscripciones de la misma en un folleto editado en 1766.
[34] Polibio (200 a.C. – 118 a.C.), uno de los historiadores romanos más importantes.
[35] Estrabón (63 o 64 a.C. – 19 o 24 d.C.), geógrafo e historiador griego.
[36] Pomponio Mela (15 d.C. – 45) geógrafo latino de origen hispánico.
[37] Gayo Plinio Segundo o Plinio el Viejo (23 d.C. – 79), científico, naturalista y militar latino.
[38] Claudio Ptolomeo (m. 160 d.C.), astrónomo, astrólogo, químico, geógrafo y matemático greco-egipcio.